jueves, 3 de abril de 2008

Iluminados por el honor

Hoy, 26 años después de la guerra de Malvinas, vuelven aquellos recuerdos de la infancia donde la vida sólo pasaba por ir al colegio, jugar a la pelota en el patio de casa, comer las milanesas que hacía mi mamá y dormir hasta que un rayo de sol pegara en mi cara.
Con apenas cinco años de edad no entendía lo que estaba sucediendo y todo me parecía un juego. Nada sabía de quienes estaban al mando del país y mucho menos estaba enterado -ni yo ni muchos adultos- de las atrocidades que estaban cometiendo estos personajes nefastos.

En la televisión blanco y negro que había en casa, se veían imágenes de soldados contentos porque estábamos “aplastando” a los ingleses. Eso era lo que nos hacían creer a través de los medios de comunicación. Se podían ver programas de televisión donde la gente donaba grandes sumas de dinero y los que menos tenían acercaban hasta los canales alimentos de todo tipo. La solidaridad era en esos tiempos moneda corriente y la desconfianza aun estaba en pañales.

Un día estando en la escuela, la maestra pidió que hiciéramos un dibujo para los soldados que nos estaban defendiendo en las islas. Sólo dos de ellos llegarían a destino. No se porque pero deseaba que mi dibujo fuera el elegido. Hice mi mejor esfuerzo y dibujé un soldado con un rifle que aparentemente salió bastante bien porque finalmente fue seleccionado. Ese día percibí un orgullo en el pecho que años después se convertiría en tristeza al conocer la cruda realidad.

Miles de chicos murieron en el frente de batalla porque un puñado de sofistas decidieron que podrían perpetuarse en el poder recuperando nuestras islas. Y esos jóvenes, a los que hoy en día les damos la espalda, nos defendieron sin preparación y sin el armamento sofisticado que tenían las tropas inglesas. Lo hicieron por los colores de la bandera y por un sentimiento patriótico que sólo ellos entendían.

Vivieron en el horror, bajo las órdenes de incapaces que alimentaban su ego intimidando a sus propios soldados. Algunos fueron hasta torturados en plena guerra y no precisamente por los ingleses. Fueron sometidos al frío, al hambre, al cansancio corporal y mental y a la humillación de sus superiores. Artículos de lectura, fotografías, películas sobre el tema nos acercan minimamente a lo que tuvieron que enfrentar nuestros héroes en aquellos días infernales.

Hoy pienso en esos chicos y en los hombres que sobrevivieron y sobreviven desde hace más de dos décadas y pienso en como les estamos fallando. Si por ellos hoy puedo caminar y manifestar mis ideas sin temor a ser aniquilado. Si por ellos puedo elegir a las personas que creo capaces para conducir a mi país. ¿Por qué somos tan canallas y destruimos la democracia que se consiguió a costa de la vida de estos chicos y también de los jóvenes que fueron eliminados antes de la guerra?

¡Cuánto deberíamos aprender de ellos, cuánto deberíamos agradecerles y cuánto los deberíamos tener presentes! Sin embargo, nuestro pueblo carece de memoria. Tal vez, sea este el momento de hacerles notar a los más chicos que no podemos olvidar los acontecimientos que marcan a fuego la historia del país. Siempre escuchamos que nuestros jóvenes son el futuro de la nación, pero si estos jóvenes desconocen el pasado vamos a seguir cayendo en este círculo vicioso e irresoluto. Incorporemos a nuestro proyecto las vivencias, los dolores, los fracasos y los estigmas de este pueblo.

Algún día esta nación caminará de frente sin perder de vista las sombras de la historia. Algún día los adolescentes usarán remeras con los colores de nuestra bandera. Y algún día nuestros representantes debatirán y propondrán soluciones pensando en el pueblo honesto y trabajador. Algún día.


Leonardo Vega